26 abril 2005

Renacimiento


EL RENACIMIENTO

Se pueden establecer analogías interesantes entre los sentimientos colectivos de esta fascinante época de la humanidad y los de nuestro siglo. Pocas veces ha existido una conciencia común tan clara respecto de la “superación” de un pasado.
Hay historiadores que sitúan ambos períodos como los dos grandes momentos en que se inician revoluciones mundiales que han transformado profundamente la historia humana. Ambos son tiempos de profunda afirmación y confianza en los sentidos del hombre como modo fundamental de aprehender la realidad.

El parentesco de las épocas se revela también en las propuestas musicales, pues la música que produce el Renacimiento esta ya basada en estructuras que aun hoy son plenamente capaces de conmover, directa y fácilmente, al auditor medio, constituyendo el comienzo del repertorio "familiar": el que va desde las misas de Palestrina hasta la música de comienzos del siglo XX. Esas estructuras, a fines del siglo XVI, están anticipando ya]as bases del sistema tonal y esa es la razón de la relativa familiaridad con que podemos escuchar la música renacentista, aunque faltara aun la cuota de "dramatismo" que aportara el Barroco.
La música polifónica anterior al siglo XVI y la posterior a los primeros años de nuestro siglo, solo con cierto esfuerzo y dedicación pasan a ser comúnmente aceptadas y entran en la categoría de los "gustos especiales".El Renacimiento no es ateo, pero si es una época racional y de fuerte énfasis en las capacidades del hombre como poseedor de los "gérmenes de toda posibilidad y toda vida", como dueño de su albedrío y de sus potencialidades, para elevarse a Dios o descender a la condición del animal.
Musicalmente hablando, ahora, junto a la sublime Misa, se elevará con dignidad el género profano o secular y las obras maestras no solo se darán en el género sacro: el madrigal que poetiza el amor humano, la chanson de tema cotidiano que imita a la naturaleza, describe batallas o aborda temas picarescos. En esos géneros, los procedimientos son tan doctos como en la música religiosa, pero al servicio de temáticas muy cercanas a la vida diaria del hombre. Además, la dignificación ha comenzado por los idiomas. Las lenguas vernáculas han dado muestras claras de su valor a través de los monumentos literarios que han surgido en italiano, francés, español o ingles. El latín será la lengua oficial, que ira quedando confinada a la música sacra y a la redacción de documentos oficiales. La música vocal "suena" en italiano, ingles, alemán, español o francés, y la sonoridad particular de cada lengua ira determinando también las idiosincrasias musicales a través de estilos "nacionales".
El ideal sonoro de esta época es el vocal-coral "a capella", es decir, sin acompañamiento instrumental. Incluso los instrumentos, en su construcción y agrupación, acusan la influencia de este ideal. Su agrupación en familias, siguen de cerca el modelo de la clasificación vocal de soprano, contralto, tenor y bajo, cosa claramente apreciable en los conjuntos de flautas dulces. Cuando se integran en una agrupación vocal-instrumental, su rol es, fundamentalmente, de duplicación o refuerzo de las líneas vocales, adoptando las inflexiones características de la voz humana. Si empiezan a adquirir un viso de independencia en agrupaciones puramente instrumentales, han quedado impregnados de vocalidad. Esta impregnación es de profundas consecuencias, pues no está referida sólo a que la "manera de cantar" influya en la "manera de tocar". Va mucho mas allá y tiene que ver con un fenómeno tan persistente que va a tener presencia en siglos de música. Nos referimos a que esta es la época en que los "gestos" musicales comienzan a quedar fuertemente asociados a simbolismos emocionales y afectivos, dándose una determinada figura musical asociada a un determinado afecto o emoción.
El concepto "eufónico" (de "bueno" o "bello" sonido) propio del Renacimiento, esta basado en una sonoridad distinta de la Edad Media. Puesto que la teoría musical baja del pedestal especulativo medieval, mas preocupado de una sintonía con el ordenamiento divino del universo, la humanización presente en todos los campos de la cultura apunta también al uso de otra interválica armónica (superposición): la basada en las superposiciones de tercera o sexta, que eran consideradas "imperfectas" en la práctica y teoria medievales. De ahí proviene una "blandura" sonora, que será base auditiva en esta época y en sistemas posteriores como el sistema tonal, que fundamenta su sonoridad en la armonía por terceras. Lo anterior se ve reforzado por un nuevo tratamiento de las voces en la textura, particularmente en lo referente a los ámbitos (registros, tesituras) usados, que da origen a una nueva idea de "claridad" tímbrica que resulta opuesta a la sonoridad medieval, mas severa u "oscura".

Arquetipo de eufonía renacentista lo encontramos en el contrapunto de Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594). Su obra monumental, casi íntegramente sacra, además de su belleza intrínseca, constituye un tratado de contrapunto (nota contra nota) modelo para las generaciones venideras. Oír atentamente a Palestrina, es asumir la sonoridad renacentista en plenitud. Las necesidades y exigencias de la Contrarreforma, provocan un estilo alejado de la emocionalidad excesiva y de los artificios polifónicos que atenten contra la claridad de los textos sacros. En ese sentido, la expresión palestriniana es mas "conservadora" que otras propuestas, lo que no afecta en nada a su valor. Al contrario, como ocurre con cualquier arte clásico, es, justamente, el discurso equilibrado y su transparencia lo que ha garantizado su permanencia en el tiempo. Algunos han comparado el arte de Palestrina con el de Rafael, en la medida en que ambos comparten su afán por privilegiar la solidez del diseño y el control de los medios de expresión. Siguiendo el símil, desde luego se puede preferir la expresión monumental de un Miguel Angel o la ternura sugerente de un Leonardo por sobre la propuesta menos emocional de una madona de Rafael, al igual que el estilo más "pasional" de un Tomas Luis de Victoria o más cosmopolita de un Orlando di Lasso, pueden resultar más dinámicos que el de Palestrina. Pero, en realidad, se trata mas bien de la permanente oposición entre los "clasicismos" y los "romanticismos", y no tiene mayor sentido perseguir el establecimiento de jerarquías de valor. En definitiva, son las estabilidades, como el arte de Palestrina, las que permiten construir sobre ellas las nuevas libertades.

El arte musical del Renacimiento, basado en el ideal vocal colectivo, ya sea el del coro (para las misas y motetes) o el del conjunto vocal de cámara o grupo de solistas (para los madrigales y chansons), va progresivamente caminando hacia la expresión plena de los textos, en un afán de desentrañar y traer a la luz los más íntimos afectos contenidos en ellos. Llegará un punto en que la pintura de palabras, este tan ligada a sentimientos individuales (de los textos, no de los compositores), que la expresión musical quedara mejor plasmada a través de expresiones solísticas, donde incluso sea la palabra la que llegue a primar por sobre la música. Esa sensibilidad, que conducirá a la creación de un género único y curioso, la ópera, marca el inicio de nuevos tiempos.