09 agosto 2004

Clasicismo


EL CLASICISMO

Se aplica el concepto "clásico" a muy diferentes manifestaciones en la cultura y en el tiempo: se habla de la Grecia clásica, del Clasicismo Vienes en música, de los clásicos del siglo XX. Parece ser que cada vez que una particular manera de cultura produce un modelo referente, ese objeto de arte -sonata, novela, poema o film- o el peculiar estilo que representa, son tildados de "clásicos".
Las letras francesas reconocen al siglo XVII como su era clásica y los músicos, por su parte, rinden tributo a la trinidad clásica Mozart, Haydn y Beethoven, de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX.

Si tomamos a Mozart como ejemplo, nadie pone en duda de que con el se alcanza un pináculo de clasicismo. Tratemos de analizar el porqué.

Goethe nos lego una sentencia que trae luz al problema: "si quieres caminar hacia el Infinito, basta ir en todas las direcciones, dentro de lo Finito". En otros términos, el ansia o aspiración de infinitud, es perfectamente posible de conseguir dentro de un continente que ponga limites al contenido, dentro de una Forma (el "como") que contenga a la sustancia (el "qué"). Sólo será necesario explorar en todos los sentidos, dentro de ese margen normativo indispensable y se podrá rozar la infinitud.
Hay Arte solo cuando se logra el equilibrio compensado entre forma y contenido en una sola entidad indivisible que produce la impresión de que no hay una mejor manera de decirlo. La expresión entra a través de la Forma y se hace una con ella. La libertad es amplia ("ir en todas las direcciones"), pero sujeta a una contención que permita cumplir ese gran objetivo del Arte: expresarlo todo, pero con voluntad de Forma.
Esa verdadera declaración de principios de Goethe, es valida para toda clase de filosofías y poéticas "clásicas". Veamos una aplicación de ello, ahora en el lenguaje de un músico, en palabras de Mozart.
En una de las numerosas cartas a su padre, fechada el 26 de Septiembre de 1781 (el compositor tenia 25 años), a propósito de la composición de su opera El rapto en el serrallo, y describiendo una famosa aria del personaje Osmin, dice Mozart: ”...pero a medida que crece la ira de Osmin, y justo cuando parece que el aria va a terminar, viene el allegro assai, con tempo completamente diferente y en otra tonalidad; será de un gran efecto: Pues, así como un hombre en tal rapto de furia sobrepasa todos los limites del orden, moderación y compostura y se olvida completamente de si mismo, también la música debe olvidarse de ella misma. Pero en lo que se refiere a las pasiones, violentas o no, nunca deben ser expresadas de manera que provoquen disgusto, y como la música, aun en las mas terribles situaciones, jamás debe ofender el oído sino agradar al auditor o, en otras palabras, nunca debe dejar de ser música, no he ido de fa mayor (la tonalidad del aria) a una tonalidad remota sino a una relativa, aunque no la mas cercana de re menor sino a la de la menor, algo mas alejada".
Sin proponérselo, Mozart esta promulgando las bases del arte musical clásico. Sus palabras, en lenguaje técnico-musical, hacen una con las de Goethe. En Mozart, el limite es la Belleza y la Belleza es la Forma. El resultado será una sobriedad apasionada. El desgarro interior, la urgencia del sentimiento, tienen como premisa el afán de agradar. Todo se puede decir, cumplidas las buenas maneras. Con bon gout (buen gusto), el autor puede, incluso, denunciar y ridiculizar a la propia sociedad de su tiempo la que, tranquilamente instalada en el teatro, le deja hacer, tal vez arriscando levemente la nariz, sin perjuicio de las reacciones mas represivas que puedan venir del aparato estatal. Eso hicieron Moliere y Beaumarchais y, tomándose de este ultimo, eso hizo Mozart en sus Bodas de Figaro, por ejemplo.

Es verdad que cada cierto tiempo el Arte parece exasperarse y en un afán de liberarse de cadenas "opresoras" o no pudiendo impedir el ímpetu arrollador de un sujeto o tema, las emprende derechamente contra las normas y convenciones que caracterizan un estilo vigente. Desde luego, hay una época en la plástica, la música y otras artes, que se ha dado en llamar "expresionismo", ubicado cronológicamente en las primeras décadas de nuestro siglo. Pero, los "expresionistas" han surgido cuando uno menos se lo piensa.Tendría que llegar nuestro siglo para reencontramos con una actitud generalizada que iba a trastornar el concepto mismo del Arte, cuando la ausencia de lazos tonales o el propio ruido en la música, y el "feísmo" en la plástica, serian aceptados como materiales artísticos plenamente validos.
Valga la digresión expresionista, para entender justamente a Mozart como un clásico cabal. Su música es anti-expresionista. Tal vez por eso mismo, no es fácil comprenderlo en su real valía, pues se puede confundir pureza y equilibrio con evidencia y previsibilidad.No es fácil emocionarse con un templo griego. Cuando vemos la actitud de arrobamiento que puede experimentar un profesional de la distribución armoniosa del espacio, un arquitecto, frente al Partenón, es posible que no todos compartan de inmediato su entusiasmo.
Nuestra capacidad de asombro es más fácilmente despertada frente a una catedral gótica o una fachada barroca: son puro movimiento petrificado, parecen una fotografía instantánea congelada en piedra, de una vitalidad turbulenta, dinámica. Nos agreden directamente y provocan fácilmente ese movimiento (moción) del espíritu que llamamos e-moción. En cambio, la pureza de las formas y proporciones, el equilibrio depurado de espectacularidad contenido en un abstracto juego de columnas, frisos y frontones, allá en lo alto de la Acrópolis, no actúan tan visceralmente. El arte griego clásico, de puro perfecto, a algunos puede parecerles obvio. También a algunos les ocurre eso con Mozart.

Es un error pensar que el arte musical clásico es puramente formalista, cortesano e inofensivo. Cierto es que Haydn y Mozart escribieron mucha música de circunstancia, donde sus proposiciones no van mucho mas allá de cumplir con la ocasión. Pero incluso allí se pueden descubrir ideas musicales que superan al mero divertimento. El genio de esos compositores es tal que difícilmente pueden renunciar a teñir su mundo dieciochesco con el color de la pasión o la exploración de sonoridades novedosas.Como cualquier arte de cualquier tiempo, el arte clásico también trabaja con mundos sumergidos. La diferencia esencial con los romanticismos y expresionismos, es que de "allá abajo", solo se deja aflorar lo justo y necesario para permitir la riqueza de la expresión, pero sin que nunca ese asomo de oscuridad llegue a gravitar mas que el sentido de la Belleza y de la Forma. Hay maldad diabólica, ira y despecho en la segunda aria de la Reina de la Noche en La Flauta Mágica, pero todo esta sometido al filtro transfigurador de la música. La música jamás debe dejar de ser música, en la visión y palabras de Wolfgang Amadeus.Entre las muchas experiencias inefables que nos depara la música de Mozart, oír el dialogo entre el piano solista y los vientos de la orquesta en cualquier sección de desarrollo o un movimiento lento de alguno de los 27 conciertos de piano, nos hará comprender la difícil y magnifica empresa que es expresar tanta profundidad con tan maravillosa contención. Es el misterio de "lo clásico", que busca lo infinito en los limites de lo finito.