26 agosto 2003

El romanticismo

EL ROMANTICISMO

Difícil imaginar palabra mas trajinada que la expresión "romanticismo". Se aplica a teleseries, crepúsculos, a la luna y a los boleros y, aunque todo ello puede ser verdad, el uso fácil o indiscriminado acarrea desprestigio al termino, que puede llegar a confundirse con sensiblería. Es necesario recalcarlo, sobre todo cuando se quiere intentar una explicación del movimiento y estilo románticos, de grandes y profundas consecuencias, vigente durante casi toda la centuria pasada y que penetró, todavía vital, en nuestro siglo.
Revisando textos de "Lieder" (conjunto de canciones), hay uno que parece un verdadero breviario de romanticismo. Cada línea contiene imágenes arquetípicas que, al proyectarse, confieren al poema una real tipicidad de manifiesto romántico. Glosándolo, es posible tener una caracterización acerca de lo que el romanticismo significó, como actitud de vida y como estilo musical constituido de técnicas precisas.
El texto en cuestión es el famoso Der Wanderer, poema de Schmidt von Lubeck con el que Schubert creó uno de sus "Lieder" mas logrados.
El "Wanderer" -viajero errante- se presenta y describe lo que ve y oye: "Vengo de las montañas, el valle esta en brumas, ruge el mar". Nuestro personaje es un caminante, un errante. Ese ya es todo un tópico en la literatura romántica. El vagar sin rumbo, siguiendo a veces el curso de un arroyo con el que se entabla un diálogo confidente -recuérdese el ciclo La Bella Molinera del mismo Schubert- en la esperanza de que al final del camino nos estará aguardando, por fin, la gran revelación: la del amor o la explicación satisfactoria del por qué de nuestra vida, el sentido último de nuestra existencia.
La plástica romántica nos representó muchas veces a este solitario vagante. Así lo retrató el pintor Kaspar David Friedrich con un real deleite en la soledad de la figura, inscrita en vastos e infinitos paisajes. El elemento Naturaleza también esta fijado en el Lied que se comenta: valle en brumas, mar que ruge. La bruma es romántica por esencia, pues difumina los contornos y provoca visiones indefinidas, paisajes ambiguos e indecisos. "Tempo" muy lento, prescribe Schubert. El piano reitera con monotonía 12 veces el mismo sonido en el primer compás y, en el segundo, ese sonido se transforma en unas tensas segundas menores superpuestas, introduciendo una acre disonancia, de acuerdo al ánimo de nuestro caminante y a lo inhóspito del paisaje.
"Crescendo" y "diminuendo", nota tenida, reposo. Ahí nuestro personaje pronuncia sus primeras palabras. Sigue el poema: "Camino en silencio, escasa es mi alegría y mis suspiros siempre preguntan: ¿donde?". Descripción breve y certera de un estado de melancolía, el mal du siecle (mal del siglo). Se camina en silencio por el peso agobiante de la duda, de la eterna interrogante. Sólo los suspiros jalonan este andar incierto. Schubert reitera el texto y esa insistencia en el "immer: wo?" ("siempre: ~donde?"), mas la maravillosa inflexión melódica que remata en un calderón -cadencia suspensiva nos hacen ya solidarios con el caminante y sus suspiros y hacemos nuestra su pregunta."El sol parece aquí tan frió; las flores, marchitas; la vida, vieja; y lo que se habla, tan vació. Soy un extraño en todas partes".
Ya esta dicho. La mirada que nuestro errante da a su entorno, no le deja mas que insatisfacción. Todo es frió, viejo y mustio y no importa lo que se diga, siempre sonara insulso y banal. Profunda sensación de no pertenencia: nada me interesa, nadie me entiende. Es igual donde se este, pues perdura la impresión de extrañamiento. Cuatro acordes del piano rubrican este aserto.¿Es que este caminante no concibe nada para salir de este marasmo? ¿No sueña, no ansía, no concibe una realidad distinta en que al fin pueda sentirse por un momento a sus anchas? Desde luego que sí y notamos que su mirada se enciende: " ¿Donde estás amada tierra mía, buscada, imaginada y nunca conocida? Lugar verde de esperanza, donde mis rosas florecen, donde mis amigos van y vienen, donde mis muertos resucitan, donde se habla mi lengua, ¿donde estas?". Nuestro caminante muestra signos vitales. Schubert le ayuda: "algo mas rápido", indica. La figura del acompañamiento pianístico varia en forma ostensible. Se llega incluso a un cambio de compás y de "tempo", decididamente rápido. El pulso se acelera para reforzar el anhelo, el deseo, la imagen de un lugar ideal. El caminante deja de suspirar y ahora clama al cielo. Su última pregunta es ya desesperada (tercera menor ascendente y descenso inmediato de semitono).
Un hermoso encadenamiento de acordes nos restituye al clima del inicio del "Lied". El paisaje nuevamente se oculta en un vapor frío y a lo lejos brama el mar. Schubert especifica "como en el comienzo, muy lento". Se repite el texto del inicio del poema.
Estamos recapitulando con nuestro amigo suspirante y sin norte. Vamos a dejarlo tal como lo conocimos. Melodía y armonía, son las mismas de la primera sección. Todo permanece igual. ¿Todo igual? Aún faltan los últimos versos: "Un susurro fantasmal me responde: Allí donde tú no estas, allí esta la felicidad". No estaba dicho todo. En esta recapitulación faltaba la lápida. La sentencia es inconmovible. Cierto es que eres un extraño en todas partes y tu vagar es inútil pues la felicidad siempre te va a eludir. Errar y errar, eternamente buscando y todo será en vano. Es obvio que no estamos en presencia de alguien que añora un lugar geográfico especifico. Schiller describía a sus contemporáneos románticos como permanentes "exiliados clamando por una patria". Es el exilio interior, y la patria deseada es la paz interior. Buscarla, nos hace vivir como un arco tensado en un constante "hacia...", con un sentimiento de aspiración nunca resuelta.

Todo lo anterior queda de manifiesto en las temáticas, estilos y técnicas románticas. El gusto por lo insólito y misterioso, la idealización de tiempos pretéritos, en particular la fabulosa y desconocida Edad Media, el exotismo, la redención final en el amor-muerte, las ansias de santidad, la exploración del subconsciente, la valorización de lo ambiguo e intermedio, los "estados crepusculares". Todo cabe en la palabra anhelo.
Cada aspecto enunciado tiene un resultado en el estilo, con la técnica apropiada. El estilo musical romántico se prodigará en la búsqueda del amplio gesto melódico, hasta la grandilocuencia y, al mismo, tiempo, en la exploración íntima y sutil del cromatismo; romperá los lazos de los esquemas formales clásicos para sentirse mas a gusto con la pequeña miniatura psicológica de la "pieza de carácter"; buscará el color nunca visto, el matiz tímbrico aún no oído, el empaste inédito que resulta de la mezcla de timbres puros en la orquesta; describirá amplios periplos armónicos cada vez mas alejados de la tonalidad central, emprendiendo viajes, a veces sin retorno; utilizará recursos rítmicos que eviten las cuadraturas métricas, utilizando superposiciones ambiguas o metros de equivoca percepción (Schumann, Brahms); extenderá los rangos dinámicos a los limites audibles, haciendo de este recurso un componente decisivo en la estructura-expresión; recurrirá al "tempo" fluctuante que provoque un discurso inestable, proteico, impredecible y contradictorio.La suma de estos elementos configura una música que habla, narra y sufre. En ese sentido, no hay música mas "impura" que la romántica, como "impuros" eran también los compositores románticos que intentaban un acto creador que abrazara a todas las artes.

El compositor romántico arquetípico será poeta, novelista, critico, escenógrafo, pintor, dramaturgo. O, al menos, se comportará como si lo fuera. Las artes se reúnen convocadas por el demiurgo y vacían sus esencias a través del lenguaje unificador de la música.Como estilo y técnica, el romanticismo musical podrá haber terminado con la muerte de Richard Strauss -para no referirnos a las propuestas "neo-románticas" del postmodernismo- pero, mucho antes de eso, los excesos metafísicos y redentoristas del romanticismo musical germano, habían llevado el péndulo al otro extremo y así, como reacción, surgió la actitud antirromántica, vinculada a la "nueva objetividad" que será lema para gran parte de las estéticas del siglo XX.