27 abril 2005

Estilos musicales: Panorama histórico

Estilos Musicales - Panorama Histórico
CONSIDERACIONES SOBRE LOS ESTILOS MUSICALES
PANORAMA HISTÓRICO
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Cuando nos aproximamos a la historia de la música occidental, nos parece natural que ella sea una sucesión de estilos cambiantes. Y así hablamos del estilo renacentisata, del barroco, del clásico, del romántico, etc.

La verdad es que si algo caracteriza a nuestra cultura, es la sucesión, en un lapso no demasiado extenso, de distintas “maneras” de conjugar los sonidos yuxtapuestos o superpuestos, sobre la base de normativas cambiantes en el tiempo. Esto, que resulta obvio para nosotros, no lo es tanto si comparamos nuestra situación con otras culturas musicales del mundo.

Puersto que nuestra cultura musical se ha fijado la producción de objetos de arte, como medida y parámetro, privilegiando la creación de “artefactos” reconocibles e identificables con la especial “manera” de su autor directo o de una época particular, comprenderemos que las normativas, de tiempo en tiempo, cambien, según sea la especial visión de “ese” creador y de “esa” época. De allí también deduciremos que si hay culturas musicales que privilegian el proceso por sobre el producto, la creación colectiva por sobre la individual, y la tradición oral por sobre algún sistema de escritura musical, los cambion no pueden presentarse con la frecuencia propia de las visiones individuales. Exagerando –apenas- la comparación, podríamos llegar a decir que en la cultura del arte-objeto, pueden haber tantas normativas como creadores. En cambio, en la cultura del arte-proceso, especialmente si la propuesta artística tiene un origen o una vinculación con lo mágico-religioso, es posible que ella se mantenga incólume a lo largo de los siglos, sin cambios, como algo que no se toca, sagrado y trascendente.
La historia musical de Occidente comienza en el Canto Gregoriano. Su origen, función y el anonimato de sus creadores, lo emparentan decididamente más con una idea de arte-proceso que de un arte-objeto. Será la “invención” de la polifonía -el aporte básico de Occidente- y la aparición de la primera afirmación de individualidad, la firma que declara autoría, la que cambiará el rumbo. De ahí para adelante, hasta hoy, la historia de la música occidental será una sucesión de objetos y personas reconocibles. Cada época, cada objeto y cada persona con su “estilo”.
En la conformación de un estilo, como todo en la historia del hombre, primero se dan atisbos, luego afirmaciones y, fnalmente, declinaciones. En cada uno de estos momentos, se dan superposiciones: los atisbos de la nueva manera se superponen con las declinaciones de la manera que está acabando. Por lo tanto las transiciones de un estilo a otro, son elementos que hay que tener en cuenta en el enfoque histórico-analítico de una obra musical occidental.

Hay quienes han explicado esto, apelando al símil espacial de los planos: primer plano (foreground), plano medio (middleground) y plano posterior (background). Así, aplicado por ejemplo a Mozart, puede decirse que en su producción, sus sinfonías tempranas se desarrollan en el marco del “background” del estilo Rococó; a partir de las llamadas Sinfonías de París, su estilo se afirma individualmente y, pasando al plano medio, comienza a prefigurar lo que será el estilo del Clasicismo. Cuando dicho estilo se presenta, claro y maduro, en las últimas sinfonías, ya se trata de un primer plano, constituyéndose en un modelo de estilo. Éste, a su vez, será el background de un Beethoven, quien dará inicio a nuevas transformaciones, Beethoven, con todas sus innovaciones personales, lo será de Brahms. Y así, sucesivamente.



Esta somera explicación parece necesaria para enfrentar el estudio de cualquier división cronológica de la historia musical. La tendencia común es estudiar la historia aferrándose a etiquetas ordenadoras que suponen un reduccionismo: cuando empezó y terminó la Edad Media, cuando comenzaron los Tiempos Modernos, etc. Es cierto que la profusión de hechos acumulados en los siglos y su compleja interpretación, exigen la presencia de hitos ordenadores. Pero éstos nunca pueden ocultar la riquísima variedad de situaciones concomitantes, lo que en la historia de la música ocurre en todo momento. Es lo que justifica el frecuente uso de los prefijos “pre” y “post”, aunque con las salvedades que explicaremos.
Los rótulos de “pre” y “post” son dados por el tiempo y la distancia y resultan más bien sólo de utilidad didáctica para la exposición de un devenir histórico. Nuestra vida, en cambio, transcurre en un continuo indiferente a los encasillamientos y, sin negar que cada cierto tiempo el Arte alcanza cimas, ningún compositor que trabaja honestamente admitiría de buena gana que el producto de su esfuerzo sea etiquetado en un “pre” o un “post”, pues ello significaría, desde la partida, reconocer que recién empieza a remontar una cumbre casi inalcanzable o ya se inició el descenso de ella. Y esto no es un asunto de soberbia sino del derecho inalienable de cualquier compositor que trabaja con rigor y consecuencia y lleva a cabo su tarea con sinceridad y oficio. Cuando en la música se dan estilos intermedios –y el término no debe implicar un juicio de valor- es fascinante analizarlos hoy, en una época tan plena de información auditiva. Asistir, por ejemplo, a la pugna entre la herencia contrapuntística del “viejo Bach” y la naturalidad “rousseauniana” de sus hijos “sensibles” y “galantes”, cuyo aporte a su vez nos conducirá al clasicismo de Mozart o Beethoven, constituye un goce musical en sí mismo. La observación de las contradicciones, de las formas que se insinúan y que después maduran, no puede llevarnos a la distorsión e injusticia de calificar peyorativamente a los hijos de Bach porque ya no componen como su padre o son una mera preparación para el estilo de Mozart o Beethoven. Todo esto lo podemos aplicar en cualquier época, sea que hablemos de Schubert adolescente pre-romántico o del primer Schoenberg post-wagneriano que se debate en un enfrentamiento entre el orden del siglo XIX y la aventura del XX que nace.
En definitiva, TODO ES TRANSICIÓN. Algunos dicen que estamos viviendo la post-modernidad y en música, coexiste la más radical experimentación con las nostalgias neo-románticas. Pero lo claro es que la fuerza y belleza o las debilidades e inconsistencias deben emanar de las obras mismas, teniendo como referente su propia “ley”. Si hay compositores conscientes de vivir un tiempo de transición –lo que es posible- no por ello dejarán de esforzarse para lograr la construcción de un objeto sonoro que, superable o no, intenta trascender el tiempo que lo ve nacer. Todo ello, para alegría del oído contemporáneo, que se mueve en la abundancia del pasado y del presente acumulados, pudiendo hacer suya la música de cualquier tiempo y lugar.
Otra observación fundamental que debe tenerse en cuenta dice relación con la denominación de los períodos. Será inevitable una cierta ambigüedad en el uso de los nombres que definen los períodos y estilos, pues, justamente, a veces se hará alusión a períodos cronológicos tomando la nomenclatura de la historia universal y, en otros casos, los términos harán alusión a los estilos. Por ejemplo, hablar de la Edad Media, es aludir a una división en uso de la historia universal; pero hablar del Barroco, es aludir a un estilo en la historia del arte. Por ello, junto con denominar una época, el panorama irá proporcionando información complementaria respecto de lo más relevante que en ella ocurre desde el punto de vista musical.
A partir del Barroco se anexa además un paralelo entre los hitos históricos más importantes ocurridos en las distintas épocas, los acontecimientos más memorables en política, sociedad, cultura, arte y por supuesto, los hechos musicales más importantes, géneros y autores.